Cada 1 de agosto, miles de personas participan del ritual de beber caña con ruda, una costumbre ancestral que busca atraer salud, buena suerte y protección para el nuevo mes. Esta tradición, muy arraigada en distintas regiones de Argentina, despierta cada año la misma duda entre quienes se olvidan de cumplirla a tiempo.

Caña con ruda el 1° de agosto: ¿debe tomarse sí o sí en ayunas?

El origen de la caña con ruda se remonta a los pueblos guaraníes del noreste, que la utilizaban como medicina natural para enfrentar los males del invierno. Con el tiempo, la práctica se fusionó con las celebraciones del Día de la Pachamama, en las que se honra a la Madre Tierra. Según la costumbre, debe tomarse en ayunas el 1° de agosto, como un gesto simbólico para purificar el cuerpo y abrir paso a las buenas energías.

¿Qué pasa si no tome caña con ruda el 1 de agosto?

La buena noticia para quienes se olvidaron de tomar caña con ruda el 1° de agosto es que aún están a tiempo de cumplir con el ritual. Según la tradición popular, se puede realizar hasta el 15 de agosto, siempre y cuando se mantenga la intención original del acto.

Más allá de la fecha exacta, lo que realmente importa es la fe y el propósito con que se lleva a cabo. Aunque el primer día del mes es el más simbólico, el valor espiritual del gesto se conserva si se realiza en los días siguientes. Así, el ritual sigue siendo válido como un llamado a la protección, la salud y la buena energía.

¿Cómo se prepara la caña con ruda?

La preparación de la caña con ruda suele estar rodeada de cierto misterio, ya que muchas familias guardan la receta como un legado oral que se transmite de generación en generación. Ese componente íntimo y tradicional le otorga un valor simbólico adicional al ritual. Aun así, los ingredientes básicos se mantienen invariables: caña blanca paraguaya, o ginebra como alternativa, y hojas de ruda macho. Estos elementos se combinan para crear una bebida con fuerte carga cultural y espiritual.

La tradición indica que las ramas de ruda deben dejarse macerar en el alcohol durante varias semanas, preferentemente desde junio o julio, para lograr un sabor intenso y concentrar sus propiedades protectoras. Este tiempo de reposo es clave para que la infusión adquiera su carácter distintivo. Sin embargo, también existe una versión más rápida, que requiere al menos una semana de maceración. En ese caso, el sabor será más suave, pero la intención simbólica permanece intacta.